miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Puedo rezar por tu tos?



Catorce horas de vuelo y tres aspirinas más tarde no podía parar de toser. Fue una mezcla de muchas cosas: me la pasé gritando todo el fin de semana, hizo frío, estaba nerviosa. Intentaba dormir en el asiento más chiquito del mundo y encima el del medio, estaba entre una española y una coreana.
El vuelo iba lleno de judíos religiosos (pero de ortodoxos de esos que se atan el brazo y tienen esposas con peluca) y boy scouts italianos.
No podía parar de toser.
En el medio de uno de los ataques, la coreana me dice: "Mi dios es sanador, ¿puedo rezar por tu tos?". Guau, nadie nunca quiso rezar por mí, menos una coreana con un interesante dios sanador. En mi veta de antropóloga curiosa le dije que sí: me interesaba saber un poco más sobre su dios.
Resulta que era Jesús.
La verdad es que esperaba algo más... exótico. Mejor dicho, coreano.
"Jesús, dale a Paula un poco de tu ADN para que se cure".
Gracias, le dije. Le conté que en mi país era invierno (no lo entendió) y que me había resfriado. Ella vivía en San José, California.
Al rato me preguntó si iba a la iglesia. Le conté que no, que mi mamá era judía y la familia de mi papá católica. "Oh, shoes. I love the shoes". Creo que se refería a los "jews".
Me dijo que entonces ella era pequeña y yo grande, que yo sabía mucho y era fresca. Le dije que no practicaba las religiones, pero ella me empezó a hablar de la fé.
¿Cómo le digo que soy atea?
El avión empezó la etapa de aterrizaje, ese momento en el que se tapan los oídos.
La coreana me pidió que le lea un rezo que tenía en castellano. Se lo leí y me agradeció por haberme tomado el tiempo de escucharla.
"Me parece que te va a gustar Israel", le dije. "Sí, voy a ir a los lugares donde estuvo Jesús y pasarme la tierra por el cuerpo".

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