lunes, 22 de agosto de 2011

¿Asimilados o integrados?



En Viaje a las Estrellas (una de las series preferidas de mi mamá) había unos villanos, los peores de todos, los más más malos que se llamaban los Borg. Eran como robots, pero en realidad lo que hacían era asimilar a gente de todas las especies. Tenían naves en forma de cubo y cuando se cruzaban con otras naves (ya sean humanas, vulcanos o klingon) les decían: "PREPARENSÉ PARA SER ASIMILADOS". Cuando alguien se convertía en borg, olvidaba su pasado y perdía todo rastro de su antigua raza.
Cuando un judío se casa con alguien de otra religión, se asimila. Es la palabra que menos quiero en el mundo y siempre siempre me hace acordar a los Borg.

Las carpas











"Es un momento histórico, una revolución", me dijo mi prima Noa.
Chicas pintando, vegetarianos, bibliotecas, sillones, adolescentes fumando hashish, películas en pantalla gigante, mini recitales de música árabe... Una noche en el boulevard Rotschild, en Tel Aviv.
Noa me contó que había una chica que estaba cansada de no llegar a fin de mes. Los precios en esta ciudad son de verdad altos, los alquileres parecen inalcansables y la gente trabaja muchas horas."Ella vino con su carpa, se instaló y ahora para los demás es el Che Guevara".
También se sumaron los médicos, que reciben sueldos bajísimos.
Según Haaretz la desigualdad social en Israel creció en los últimos tiempos y es causa de inversiones erróneas (en asentamientos, instituciones ortodoxas, etc.) y el enriquecimiento desenfrenado de Netanyahu y sus compinches.
Según mi prima, la contracara de la protesta, "el baño de la revolución" (como me dijo ella), es que se suman todos los que pueden: militantes por el tratamiento ético de animales, turistas que no quieren pagar un hotel, entre otros. También hay carteles que dicen "Palestinos al poder".
Este movimiento no tiene representación alguna en el gobierno, vino del pueblo.Se hizo eco en muchas ciudades del país y hay manifestaciones constantes.
"Sacá fotos, es tiempo de cambios".

miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Puedo rezar por tu tos?



Catorce horas de vuelo y tres aspirinas más tarde no podía parar de toser. Fue una mezcla de muchas cosas: me la pasé gritando todo el fin de semana, hizo frío, estaba nerviosa. Intentaba dormir en el asiento más chiquito del mundo y encima el del medio, estaba entre una española y una coreana.
El vuelo iba lleno de judíos religiosos (pero de ortodoxos de esos que se atan el brazo y tienen esposas con peluca) y boy scouts italianos.
No podía parar de toser.
En el medio de uno de los ataques, la coreana me dice: "Mi dios es sanador, ¿puedo rezar por tu tos?". Guau, nadie nunca quiso rezar por mí, menos una coreana con un interesante dios sanador. En mi veta de antropóloga curiosa le dije que sí: me interesaba saber un poco más sobre su dios.
Resulta que era Jesús.
La verdad es que esperaba algo más... exótico. Mejor dicho, coreano.
"Jesús, dale a Paula un poco de tu ADN para que se cure".
Gracias, le dije. Le conté que en mi país era invierno (no lo entendió) y que me había resfriado. Ella vivía en San José, California.
Al rato me preguntó si iba a la iglesia. Le conté que no, que mi mamá era judía y la familia de mi papá católica. "Oh, shoes. I love the shoes". Creo que se refería a los "jews".
Me dijo que entonces ella era pequeña y yo grande, que yo sabía mucho y era fresca. Le dije que no practicaba las religiones, pero ella me empezó a hablar de la fé.
¿Cómo le digo que soy atea?
El avión empezó la etapa de aterrizaje, ese momento en el que se tapan los oídos.
La coreana me pidió que le lea un rezo que tenía en castellano. Se lo leí y me agradeció por haberme tomado el tiempo de escucharla.
"Me parece que te va a gustar Israel", le dije. "Sí, voy a ir a los lugares donde estuvo Jesús y pasarme la tierra por el cuerpo".