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Las dudas sobre en qué consisten las enfermedades mentales, quiénes deben tratarlas y de qué manera, se han hecho tan perennes que inducen a sospechar que, en última instancia, no hay ninguna solución objetiva para ellas. (...) Las enfermedades mentales son, de hecho, un asunto político: creemos que, en vez de tratarlas simplemente como un problema consistente en dar con los medios eficaces para alcanzar un fin acordado, debemos considerar los desacuerdos fundamentales sobre los fines que yacen debajo de las polémicas actuales.
David Ingleby, "Psiquiatría crítica", 1982:8
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